La FIFA presentará el balón oficial del Mundial 2026

La irrupción de la tecnología en la fabricación de los balones marcó un antes y un después en la historia de los mundiales. Desde la creación de la Fevernova para la edición que organizaron Corea del Sur y Japón en 2002, la evolución de las pelotas oficiales quedó marcada por la identidad cultural del país anfitrión en cada certamen.
El recorrido histórico de las pelotas mundialistas puede dividirse en tres grandes etapas. La primera, que se extendió desde el torneo inaugural en Uruguay de 1930 hasta Inglaterra 1966, estuvo dominada por el uso de cuero y vejiga animal como materiales principales. Durante este período, la transición del tiento a los balones con válvula y costura invisible representó un avance significativo. Este sistema permitió mejorar la seguridad y el rendimiento de los jugadores, quienes hasta entonces solían protegerse con boinas para evitar lesiones provocadas por los cabezazos y cortes en la frente que producían los balones.
La importancia sobre la calidad de las pelotas quedó en evidencia desde la primera final en Montevideo. En aquella ocasión, la falta de un reglamento claro sobre el modelo a utilizar generó una disputa entre Argentina y Uruguay, ya que cada selección prefería su propia pelota. Los especialistas coinciden en que ambos modelos eran similares, diferenciándose principalmente en el origen del cuero. Para resolver la controversia, el árbitro belga John Langenus optó por un sorteo: el primer tiempo se jugó con la pelota albiceleste y el segundo con la oriental. El resultado favoreció a los charrúas, que revirtieron el marcador y se impusieron por 4 a 2, tras ir perdiendo 2 a 1 al descanso.
A medida que avanzaba esta primera etapa, las pelotas se volvieron más livianas y se eliminaron los elementos que dificultaban el juego, como el tiento.