Científicos del Conicet encontraron la mandíbula de un dinosaurio

SociedadHace 3 horas Por Prensa
El ejemplar, llamado Joaquinraptor casali, pertenece al grupo de los megarraptórido, conocidos por sus grandes garras en la mano.
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Un grupo de investigadores del CONICET reveló el descubrimiento de una nueva especie de dinosaurio carnívoro en el centro sur de la provincia de Chubut. El ejemplar, llamado Joaquinraptor casali, pertenece al grupo de los megarraptórido, conocidos por sus grandes garras en la mano. Este hallazgo excepcional, publicado en la revista internacional Nature Communications, data del Cretácico Superior y ocurrió en el Área del hallazgo “Valle Joaquín”.

El descubrimiento de este depredador resulta doblemente crucial para la paleontología sudamericana. El dinosaurio representa uno de los últimos miembros de su grupo que existió antes de la gran extinción masiva ocurrida hace 66 millones de años. Un aspecto fascinante del esqueleto es la presencia de un húmero de un crocodiliforme, el cual se encontró atrapado directamente entre las mandíbulas del terópodo.

Los científicos estiman que Joaquinraptor medía poco más de siete metros de longitud, una dimensión considerable para su especie. Su peso corporal aproximado era de una tonelada, lo cual lo convertía en un animal robusto. El animal carnívoro seguramente fue uno de los principales predadores del ecosistema presente en la formación geológica, indicaron los especialistas.

Los megarraptórido eran un enigmático grupo de depredadores que se distinguían por poseer brazos robustos y grandes garras curvas. Pese a estar representado por un esqueleto solo parcial, Joaquinraptor casali se ubica entre los megaraptores más completos encontrados hasta ahora. Este esqueleto brinda información fundamental para conocer la osteología y la historia evolutiva de estos terópodos enigmáticos.

El ejemplar encontrado se constituye en el registro más joven del grupo Megaraptoridae en términos geológicos. El dinosaurio murió relativamente cerca del final de la Era Mesozoica, cuando el impacto de un asteroide provocó la extinción masiva. Esto apoya la hipótesis de que estos depredadores lograron sobrevivir hasta el cierre del período Cretácico.

El hallazgo clave se centra en la aparición de un húmero de un cocodrilo del Cretácico incrustado cerca de la mandíbula inferior del terópodo. Este hueso de otro vertebrado resultó ser el único material diferente al dinosaurio recuperado en la excavación, lo cual resulta inusual. El descubrimiento proporciona una visión singular de la vida del carnívoro y, posiblemente, de lo que fue su último festín hace unos 70 millones de años.

La ubicación del hueso entre las fauces sugiere que un crocodiliforme figuraba entre las fuentes de alimento de este megarraptor. La presencia articulada y cercana de los huesos indica que la corriente de agua no era fuerte, haciendo menos probable un hallazgo fortuito. El paleontólogo Lucio Ibiricu expresó que el húmero encontrado en esa posición es un indicio muy fuerte de la dieta del espécimen, aunque no descartan otra interacción ecológica.

Los restos del dinosaurio, que incluían el dentario derecho y partes del cráneo, se observaron por primera vez en 2019, iniciando un largo proceso de extracción. El equipo de investigación desenterró también sus brazos, partes de sus piernas, costillas y vértebras. La aparición de comportamiento fosilizado, como esta interacción ecológica entre dos depredadores distintos, es un aspecto sensacional del descubrimiento, según el experto Fernando Novas.

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