YA SON CUATRO LOS DETENIDOS EN LA CAUSA POR EL ATENTADO A CRISTINA

A punto de cumplirse dos semanas de que una pistola Bersa calibre 32 le apuntara en la cara a Cristina Kirchner, la investigación que se sustancia en Comodoro Py 2002 transita horas de impacto, con la repentina detención de Gabriel Nicolás Carrizo, el jefe de los llamados “copitos”, la banda en la que se movía Fernando Sabag Montiel, el atacante; y su novia, Brenda Uliarte, cuyo teléfono se convirtió en una pieza de oro para la causa a la hora de encontrar pruebas. Allí aparecen diálogos con su amiga Agustina Díaz, agendada como “Amor de mi vida”, a la que le avisaba: “Mandé un tipo para que la mate”; “voy con el fierro y le pego un tiro a Cristina”; “me dan los ovarios para hacerlo”.
Díaz quedó detenida por el contenido de esos mensajes, incluso porque le dijo que borrara el teléfono (“Tenés que deshacerte del celular. Y cambiar el número. Borrar tu cuenta, todo”). También por que le preguntó cómo había fallado. “Fue de chusma”, quiso justificarse en su indagatoria.
Según dijo, Brenda era una fabuladora y ella creyó que todo era una fantasía de su amiga. “No es joda boluda. Estoy armando un grupo para ir con antorchas, bombas, fierro todo. Voy a ser la libertadora de Argentina. Estuve practicando tiro, sé usar un fierro”, le decía. Pero cuando vio en la televisión que le habían apuntado a Cristina Kirchner en la cara y reconoció al novio de Brenda, intentó ayudarla porque pensó que ella no tenía nada que ver. Hasta el día que cayó presa.
Agustina Díaz juró ser inocente. Y pidió su excarcelación. El fiscal Carlos Rívolo tendrá que responder si la joven puede permanecer en libertad mientras se analiza su situación procesal. Y luego la jueza tendrá que definir si la deja detenida.
Pero el contenido de los celulares siguen deparando pruebas. Y fue precisamente el celular de Carrizo, el jefe de los copitos, el que terminó con su detención. Literalmente. Es que Carrizo había dejado voluntariamente su celular cuando declaró como testigo como el resto del grupo que vendía algodón de azúcar en la calle.