El sueño de “La Paisa”: recorrió 10 km a caballo para ir a la escuela y hoy aplica lo aprendido entre terneros

“Lo mucho que aprendí en enfermería muchas veces lo aplico en el nacimiento de los terneros”, le contó Amanda Lerchundi a TN, conocida en su pueblo como “La Paisa”.
Vive en una finca en el límite del partido de Pergamino, donde trabaja codo a codo con su esposo Lucas Cataldi.
La historia de Amanda es una de esas que quedan grabadas: atravesó la secundaria rural con la misma tenacidad con la que hoy asiste partos bovinos.
Terminó el secundario en 2018 en la Escuela N°7 de El Paraíso, una localidad del partido de Ramallo, y lo hizo como escolta de la bandera nacional, sin haber desaprobado jamás una materia.
“Nos gusta esta vida, tranquila, de campo”
“Todos los días salíamos del campo a las 6 hs de la mañana, lloviera o hiciera calor, para llegar a la escuela”, recordó. El trayecto incluía 10 kilómetros de tierra que recorría a caballo.
Su sueño era estudiar Medicina Veterinaria en la sede de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), en Casilda. Pero la economía familiar no alcanzó. “Nunca apareció una beca real para bancar los estudios”, lamentó. Sin embargo, Amanda no se rindió: estudió enfermería y se graduó en 2022.
Casi al mismo tiempo se casó con Lucas, con quien hoy vive rodeada de perros —algunos rescatados— en una zona conocida como el “camino de Mutti”, muy cerca de donde en 1864 funcionó la primera Municipalidad de Ramallo. Allí tienen un establecimiento mixto con terneros de recría y parcelas agrícolas.
“Nos gusta esta vida, tranquila, de campo. Es donde nos sentimos bien”, dijo Lucas. La rutina los encuentra trabajando desde temprano, compartiendo tareas y haciendo de la adversidad una escuela.
Historias como la de Amanda destacan el valor de las escuelas rurales, no solo por garantizar el acceso a la educación, sino por respetar las costumbres y cultura de los pueblos. En El Paraíso, donde las pilchas gauchas conviven con los libros, hay un modelo educativo que permite a niños y jóvenes completar su trayectoria escolar sin dejar su tierra.
Amanda finalizó la secundaria en la Escuela N° 7 de El Paraíso, en diciembre de 2018. Lo hizo con honores: fue escolta de la bandera nacional y, junto a su hermana, obtuvo el mejor promedio de asistencia del ciclo lectivo. Durante los seis años de cursada, nunca desaprobó una materia, y recorrió a diario 10 kilómetros de camino rural, muchas veces a caballo, para poder asistir a clases.
Al no poder estudiar Veterinaria, lejos de frustrarse, optó por estudiar enfermería en el Instituto 38, donde comenzó a realizar sus prácticas. “Nada se consigue sin esfuerzo”, afirmó con convicción al hablar de su presente.
Sus caballos, sus animales y la vida rural forman parte de su identidad. “El campo es mi pasión, allá tengo mi vida”, señaló. Incluso decidió sumar una nueva formación: los sábados viajaba a San Nicolás para cursar Perito Clasificador de Granos, convencida de que su futuro seguiría vinculado a la tierra.
Desde muy chica ayudó en la esquila de ovejas y no le temblaba el pulso al momento de subirse a un tractor para trabajar la tierra. Con el tiempo, y gracias a los conocimientos adquiridos en la carrera de enfermería, comenzó a asistir partos de vacas, aplicando técnicas y cuidados que aprendió durante sus prácticas.
“Lo que aprendí estudiando lo aplico todos los días con los animales”, contó. Su compromiso con la vida rural fue constante: ya fuera manejando maquinaria, curando animales o recorriendo los corrales, siempre encontraba la manera de sumar su esfuerzo en el establecimiento familiar.
Lejos de abandonar su anhelo, Amanda no descarta estudiar Veterinaria. Su historia, como la de tantos jóvenes rurales, es un ejemplo de esfuerzo, perseverancia y arraigo. Mira hacia adelante con firmeza, convencida de que algún día podría cuidar a los animales y a la tierra como lo había soñado desde pequeña.
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas para transformar el mundo”, escribió Eduardo Galeano. Amanda Lerchundi es una de esas personas. Su sueño de ser veterinaria no se apagó: sigue vivo, esperando una oportunidad.