A 5 años de la cuarentena ¿Cómo impactó el aislamiento en la salud mental?

El 3 de marzo de 2020 se registró en la Argentina el primer caso de coronavirus. Diecisiete días después, el 20 de marzo de 2020, el presidente Alberto Fernández firmó el decreto que dispuso el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) con el objeto de morigerar el crecimiento de los casos y evitar el colapso del sistema sanitario.
Mucho se ha hablado sobre los efectos que la Pandemia tuvo en la población en general, y en los adultos mayores y niños, en particular. A cinco años del inicio de este proceso es importante volver a preguntarnos: ¿Cuáles son las secuelas o los efectos de la pandemia en la población? ¿Hay medidas o estrategias que nos permitan revertir o minimizarlos? ¿Qué aprendizaje nos quedó de aquellos tiempos de aislamiento y virtualidad?
“La pandemia dejó secuelas invisibles pero muy reales en la salud mental de la población. No fueron sólo noticias o estadísticas. Fue mucho más que eso. Fue miedo, incertidumbre, soledad y, en algunos casos, una profunda sensación de que la vida podía cambiar o terminar en un instante”, explica Romina Halbwirth, psicóloga especialista en hipnosis ericksoniana y creadora del sistema HipnoVida (MN 26553).
Situaciones, todas estas, que redundaron en un “incremento de los trastornos de ansiedad”, como una forma de responder al miedo que genera lo incierto, y “la dificultad para manejar el estrés”, sumado a incredulidad que todavía hoy tiene buena parte de la población ante lo vivido en aquellos días.
Empezamos a comprender la finitud y fragilidad de la vida, y el estrés permanente se hizo carne, incluso, en personas de edad temprana. “La vida dejó de ser infinita y la fragilidad humana se hizo evidente. Esto, sumado a la incertidumbre constante, disparó niveles de estrés crónicos que aún hoy se sienten en el cuerpo y en la mente, y que han venido a modificar muchos de nuestros hábitos”, explica Halbwirth.
“En general, se ha valorado más la vida, pero sobre todo la libertad, y posiblemente en el grupo de los jóvenes, que se vieron a sí mismos encerrados durante tanto tiempo se haya dado un efecto rebote, con cierta exacerbación de algunas conductas que nosotros llamamos maníacas, y que se caracterizan por una cierta sobre actuación de la libertad y de la diversión. Sobre todo, ante la eventualidad de una nueva pandemia y el miedo a volver a pasar por la misma situación”, explica Espeche.
También cambiaron o se modificaron algunas conductas muy arraigadas culturalmente. “Algo tan común entre los argentinos, como tomar mate con amigos, dejó de ser habitual. Y todavía puede verse una situación promedio, una sensibilidad mayor a la idea de los gérmenes, lo que indica cierta prudencia a la hora del intercambio”, agrega.
Además, aprendimos a “trabajar, estudiar y hasta a relacionarnos en línea. Y lo que para algunos fue una solución, para otros significó aislamiento, desconexión y vacío emocional”, enumera Halbwirth.
“Los que más lo sufrieron fueron los niños, que perdieron momentos claves para sociabilizar; los adolescentes, que tuvieron que trasladar a las redes sociales este fenómeno de grupo; los adultos mayores, que enfrentaron largos periodos de soledad; y los trabajadores esenciales, que llevaron sobre sus hombros el peso del cuidado colectivo”, recopila la especialista.
Informe TN