El lunes pasado se validó por 145 votos y 2 abstenciones en el Senado de Tailandia tras la media sanción de la Cámara Baja en marzo el proyecto que ofrecer la castración química a los abusadores sexuales para de esa manera reducir los constantes delitos de este tipo. 

De acuerdo a la norma, los delincuentes que sean vistos como posibles reincidentes, podrán optar la inyección para bajar los niveles de testosterona y a cambio, se les cederá una reducción de su condena. Para que esto sea posible, hará falta la aprobación de dos médicos, además los abusadores serán vigilados por un lapso de diez años, en el que deberán llevar pulseras electrónicas. 

"Quiero que esta ley se apruebe rápidamente", declaró el ministro de Justicia, Somsak Thepsuthin, tras la votación del Senado. "No quiero volver a ver noticias sobre cosas malas que les ocurren a las mujeres", agregó. El trámite parlamentario aun requiere otra votación para tener la aprobación final. 

Jaded Chouwilai, director de la Fundación Movimiento Progresista de Mujeres y Hombres, una ONG dedicada a la violencia sexual, rechazó la ley y manifestó que "los condenados deben ser rehabilitados cambiando su mentalidad mientras están en prisión". Ya que "utilizar castigos como la ejecución o la castración inyectada refuerza la idea de que el delincuente ya no puede rehabilitarse".

El procedimiento consiste en dar medicación androgénica que anula las funciones de las hormonas masculinas, lo cual afecta la conducta sexual masculina. En rigor, no es una forma de esterilización, ya que sus efectos son reversibles, al contrario de la castración quirúrgica, en la que se eliminan los testículos u ovarios. De hecho, la castración quirúrgica se usó en Europa a mediados del siglo XIX, pero aun así no bajaron los índices de ataques sexuales.